Han pasado solo tres meses desde que Hayat Tahrir al-Sham, el grupo islamista liderado por Ahmed el Shara, tomó el control de Damasco tras la huida de Bashar el Asad. Desde entonces, el nuevo gobierno interino ha intentado consolidar su poder y estabilizar el país. Sin embargo, los últimos días han demostrado que la paz sigue siendo frágil.
En la costa oeste, en las provincias de Latakia y Tartús, los enfrentamientos entre las fuerzas del nuevo gobierno y facciones leales al régimen derrocado han dejado más de 1.300 muertos, la mayoría civiles, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos. La situación en la región se ha deteriorado rápidamente, con reportes de ataques a comunidades enteras y desplazamientos masivos de población. Testimonios indican que se han registrado ejecuciones sumarias y bombardeos indiscriminados que han devastado barrios enteros.
Latakia y Tartús, históricamente bastiones del régimen alauita de Assad, se han convertido en el epicentro de una nueva ola de violencia. Aunque el gobierno interino ha desplegado tropas para recuperar el control, los combates no cesan y las acusaciones de crímenes de guerra han surgido contra ambos bandos. Videos difundidos en redes sociales muestran ataques contra viviendas y saqueos.
Ante el aumento de la violencia, cientos de familias han huido hacia las montañas o intentan cruzar a Líbano, generando una nueva crisis humanitaria. La comunidad internacional, que en un principio recibió con cautela el cambio de poder en Siria, ahora expresa preocupación por el deterioro de la situación. Organizaciones humanitarias advierten sobre la falta de alimentos, agua potable y atención médica en las zonas más afectadas.
El Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos ha denunciado ejecuciones sumarias con motivaciones sectarias y ha instado al gobierno interino a tomar medidas concretas para evitar nuevos abusos. Mientras tanto, países como Estados Unidos, Rusia y las naciones vecinas han pedido el cese inmediato de los combates.
El presidente, Ahmed el Shara insiste en que su gobierno busca la estabilidad y la convivencia, pero la realidad en el terreno indica lo contrario. A pesar de los llamados a la calma, las tensiones siguen aumentando y el temor a un nuevo conflicto a gran escala es cada vez mayor. Las comunidades kurdas y drusas también han expresado su temor a que HTS, de corte islamista suní, ponga su foco en ello. Siria enfrenta un momento decisivo. La pregunta es si el nuevo gobierno podrá consolidarse y evitar un resurgimiento de la guerra, o si el país volverá a sumirse en un conflicto sin final a la vista.